En esta primera antología del foro Prosadictos se puede disfrutar de once
relatos, obras de otros tantos autores,
relatos muy diversos entre sí salvo en la atracción que despierta su lectura.
Luego de haber finalizado el libro
pensé que, para escribir sobre él, me gustaría seguir otro orden que el que
ofrece; utilizar un hilo personal para tejer las historias. Una suerte de hilo
de Ariadna que comienza en Entre tú y yo
(Mónica Bezom): un texto profundamente introspectivo, poético, que discurre
entre el mundo de la vigilia y el onírico, un relato al que hay que leer
dejándose llevar, sin intentar imponerle un ritmo propio a la lectura.
¿Luego? Luego, Huesos de cristal (Zacarías Montano), un relato ya con estructura
de cuento, pero un cuento que parece responder con precisión a su título: una
historia fantástica cuyos huesos son de cristal, una historia hecha de liviano,
delicado y frágil esqueleto de cristal, que se recorre de puntillas, por miedo
a quebrarlo.
Ya aquí regreso a Entre tú y yo, a releer un fragmento que, aunque extraído de
su contexto, bien puede ser considerado como premonitorio del resto de la
antología:
«Un
poco más alejado, un hombre vende lienzos de colores; los ha tendido en hilos
apenas visibles y, no sé por qué, se me antojan ilusiones errantes condenadas a
la soledad de los
arenales.»
El hilo de Ariadna me conduce a
través de ilusiones imaginadas que, en el fondo, se refieren a aquellos que
padecen (o padecerán) una soledad creada por sí mismos o por la sociedad en la
que viven. Uno a uno, los cuentos que siguen se desenvuelven en una realidad
reconocible como propia o ajena, pero siempre realidad reconocible. Los
narradores, a veces trágicos y otras veces irónicos, desgranan qué le sucede a nos, los Homos, cuando nos aferramos sin medida al miedo, la muerte, la
ambición, los recuerdos, o cuando chocamos con lo estatuido, lo reglamentado,
lo políticamente correcto. Así, siguiendo mi hilo, arribo a La sentencia (Fernando Hidalgo
Cutillas), donde se despliega, con maestría y alrededor de un hecho simple y
casual, una espiral de miedos individuales y sociales cuyo final no puede ser otro
que amargo.
Tras haber partido de lo poético y
de la fantasía y atravesado los páramos de la realidad, en el otro extremo del
hilo llego a Sin la mosca (Daniel
Franco), un cuento de ciencia ficción con todas las de la ley, y con esto me
refiero a que el cuento posee eso que
hace de la ciencia ficción un género incomparable: una idea que abre ventanas
en la mente para permitirle expandirse más allá del mundo conocido, y, al
hacerlo, comprender mejor el mundo conocido.
Al finalizar el recorrido vuelvo
atrás para citar una frase de El lugar
adecuado, el momento preciso (Vanessa
Navarro Reverte):
«Sencillamente porque quería
alcanzar la muerte, no sobrepasarla.»
Una frase
que habla de Ana, sus lugares y momentos, pero que, con independencia a su
historia, también es una de las más
bellas que haya leído en los últimos tiempos.
Y, fiel a mi idea de que un libro es
más que su contenido, mis felicitaciones a Daniel Franco por haber ideado y
coordinado esta antología (tarea nunca sencilla), recomendable por la calidad
de su contenido y también por la de su presentación.
4 comentarios:
Esther, muchas gracias por dedicarle ese tiempo a la lectura de nuestros relatos y a reseñar tus impresiones, sé que tienes la agenda sobrecargada. Me ha gustado en especial el que encontraras tu propio tempo y estructura para (re)organizar el orden de las historias. Y gracias por escoger esa frase de mi relato. Besos.Con tu permiso, compartiré tu reseña en mi blog.
Esther:
Te agradezco la amable lectura de la antología, y que hayas escrito esta reseña. Si me permites, me gustaría publicarla en el blog de la antología. Agradezco los elogios, pero debo confesar que el nivel tan bueno de la presentación no se debe a ninguna de mis aptitudes personales, excepto la buena suerte de contar con el apoyo de una persona grande, grande en esto de la virtualidad. Seguro que conoces a esta persona que dio apoyo técnico, pero que insiste en quedar en el anonimato. La pulcritud de la presentación se debe a su pericia, no a la mía.
Saludos, y gracias de nuevo,
D
Hola, Vanessa, una alegría verte por aquí... Y claro que me gustaría que compartieras esta entrada en tu blog, ¡faltaba más!
Creo que el que uno, como lector, pueda encontrar otra forma de "leer la secuencia" en el libro habla bien de este, de la versatilidad de sus relatos, que abren la posibilidad de reconstrucciones en la lectura.
Esa frase de tu cuento: ¡qué envidia siento por no haberla pensado yo! Es excelente.
Un abrazo,
Esther
El agradecimiento es hacia vos, Daniel, por haber pensado en hacer (y hacer...)un libro para nos, los lectores, y a los autores de los relatos. Sin dudas el apoyo técnico ha sido importantísimo, pero eso no quita tu trabajo, ¡obvio que no!
Un abrazo,
Esther
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