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7/12/11

Último mes del año


Mucho sucedió en Argentina en este año de gracia de 2011. Buena parte de esos sucesos —que ocuparon metros y decibeles en los medios de información— serán olvidados en un suspiro, no porque la memoria colectiva sea débil sino por la propia mezquindad de lo acaecido. Otros quedarán registrados en el recuerdo. Y posiblemente solo un par ingrese en la historia.

Quizás, dentro de un par de décadas, recordemos a este 2011 como el año de los Juicios. Con mayúscula y sin más aclaraciones, que no son necesarias. Cuando, tras treinta años de lucha incesante de los Organismos de Derechos Humanos, por fin el país, de norte a sur y de este a oeste, estuvo impregnado de esa rara cosa a la que se llama justicia.  Los senderos que los Organismos abrieron en las décadas pasadas ahora son, sin vuelta atrás, un único camino real, y parece firme el suelo, firme para caminar en él.

Quizás, dentro de un par de décadas, miremos hacia atrás y nos demos cuenta de que esa lucha incesante, lúcida, dolorosa se constituyó en el verdadero entramado social, en la razón por la que todavía sobrevivimos, todavía cantamos. Que seríamos, sin ella, un país mucho peor.

Y esto no es obra de políticos ni de economistas. No. Las Madres, las Abuela son la cara más pública de tantos y tantos que hicieron de tripas corazón, dolieron sus dolores hasta convertirlos en voluntad, y caminaron juzgados, despachos, plazas y calles, juntaron información de a trocitos, buscaron verdades que muchos no querían ver e insistieron tozudamente en la memoria, la verdad y la justicia.  

Gracias.






Coro Quiero Retruco (integrado por expresos polítcos y familiares de desaparecidos). Consignas de las marchas, Iglesia de la Santa Cruz.

4 comentarios:

dafd dijo...

Lo más ansiado por el tirano es una ciudadanía cautiva. El estado de cautiverio es la resignación, aunque no sea complaciente, más bien al contrario. Yo no hubiera tenido el valor de esas mujeres manifestándose en tiempos tan adversos.

Edgardo Benìtez dijo...

Mil años

Necesito con apremio
desterrar mi dolor
aquella particular y creciente sensación de bienestar
que anidaba en mí...
deseo qué vuelva,
qué permanezca
esplendorosa para siempre…

¿Y ellos?, los asesinos,
los secuestradores,
los torturadores,
los putrefactos,
los que nunca nacieron,
los vende patrias,
los cobardes,
los desgraciados,
los hombres de negro,
los escuadrones de la muerte,
los come gente
los primorosos imbéciles

¡Qué no mueran todavía!
qué carguen la cruz de la vergüenza
mientras caminan desnudos
ellos y toda su parentela
en medio de una larga fila de humanos
y que les otorguemos
sendas patadas en el culo
durante mil años sin interrumpir

Luego, cuando mueran
porque tienen que morir
que sus huesitos sirvan
para construir los cimientos
de los blancos retretes del pueblo
pulcros y arquitectónicos
durante mil años sin interrumpir.

Esther dijo...

Hola, dafd

Tú lo has dicho: tampoco hubiera tenido el valor de las Madres. O sí, en el fondo no lo sabemos, porque ¿quién sabe de hasta dónde es capaz en circunstancias extremas?

El problema que tienen las tiranías es justo el que señalas: rara vez consiguen un estadio de resignación tan generalizado como para autosostenerse por siempre jamás.

Un abrazo,
Esther

Esther dijo...

Edgardo: gracias, mil gracias por esta poesía. Aunque recién te responda, hace ya un rato que la copié y guardé:

Luego, cuando mueran
porque tienen que morir
que sus huesitos sirvan
para construir los cimientos
de los blancos retretes del pueblo
pulcros y arquitectónicos
durante mil años sin interrumpir.

Sí: de alguna forma, sus huesos no descansarán.

Un abrzo
Esther